Los profesionales del sector tenemos la responsabilidad de transmitir a la sociedad los valores positivos de ejercer la muy digna actividad de ser productor de alimentos de origen animal. Entre todos debemos acabar con las malas prácticas.
Las asociaciones de consumidores, como “lobby” europeo, opinan reiteradamente sobre lo que las personas queremos comprar y consumir. La comida es un tema muy delicado, ya que las discrepancias entre las distintas formas y modas de nutrirse –carnívoros, vegetarianos, crudívoros, dieta paleolítica, dieta inversa…más las que vendrán apadrinadas por cualquier famoso de la tele– se juntan a otros aspectos, como los emocionales, asociados al método de crianza. Y aquí radica, precisamente, la cuestión principal de este artículo: la diferencia de percepción sobre el bienestar animal que tienen los profesionales –ganaderos, veterinarios u otros asesores de las granjas–, y una parte de los potenciales consumidores.
Por un lado, los ganaderos llevan muchos años haciendo cambios orientados a la mejora de las condiciones de sus animales: modernización de instalaciones, aspectos sanitarios, curación de las enfermedades, manejo, alimentación y cuidados de los animales… Sin descuidar la formación para adecuarse a las nuevas normas, e incluso yendo por delante de las mismas. Todo esto supone un gran esfuerzo inversor en un sector como el agrario donde no sobra dinero, a pesar de la inestimable ayuda de las subvenciones de la Diputación Foral de Bizkaia, Gobierno Vasco y Administración Europea. Nuestros profesionales y la administración tienen interiorizado el objetivo.
Por el otro lado, los consumidores, que también apostamos por que a los animales se les trate con el respeto que se merecen, evitando sufrimientos innecesarios y procurándoles unas condiciones dignas de vida y sacrificio. De esta manera, valoraremos en la compra aquellas iniciativas que favorezcan estas prácticas.
Las discrepancias, pues, surgen a la hora de entender cuáles son las prácticas correctas y su dimensión. La discrepancia se basa generalmente en aspectos emocionales que algunos sectores tratan de imponer como normas a cumplir. Así, se promueve la “humanización” de los animales o diferentes formas de cría con total desconocimiento de la etología –comportamiento– animal, entre otros conceptos. En estos casos, no existe base científica que respalde esos criterios; es más, se provoca el efecto contrario disminuyendo la calidad de vida de nuestros animales al aplicar dichas recomendaciones.
Por esta razón, se debería exigir un riguroso enfoque basado en criterios científicamente demostrados, para poder legislar en este campo. Se promueve, de esta forma, que la clase política tenga herramientas claras para tomar decisiones legislativas coherentes con la realidad de la actividad ganadera, descartando los cantos de sirena que se muestran en nuestros medios de comunicación, en bastantes casos sin estar debidamente contrastados o claramente ideologizados. Las noticias negativas y amplificadas sobre el sector ganadero, provocan disminución de consumo de alimentos y su consecuente efecto económico. Los profesionales del sector tenemos la responsabilidad (y mucho camino por delante) en educar y comunicar a la sociedad sobre los valores propios y las externalidades positivas de ejercer la muy digna actividad de ser productor de alimentos de origen animal.
La implicación por mejorar día a día estos conceptos por la parte productora, sin embargo, se ve a veces empañada por ciertos ejemplos negativos, que no representan la generalidad de las prácticas habituales en las granjas. Estos episodios, causan desazón entre ellos, al ser claramente señalados de manera conjunta y perjudicando su imagen frente al resto de la sociedad. Es labor de todos, ganaderos, veterinarios, colectivos profesionales y Administración, acabar con estas malas prácticas.
Fco. Javier Garro Urruela, Responsable Área Producción Animal LORRA S.C.